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Cabo de Hornos: 400 años de la llegada de navegantes holandeses

El 14 de junio de 1615 zarparon desde el Puerto de Texel las naves capitaneadas por Willem Schouten y Jacobus Le Maire. Meses más tarde, el 29 de enero de 1616, divisaron y nombraron Hoorn al peñón que señalaba la terminación insular de América, conocido después como Cabo de Hornos.

El viaje representó un hito para la navegación mundial y europea pues permitió la apertura de una ruta mercante alternativa, y la incorporación de nuevos conocimientos territoriales de la Patagonia.

Para conmemorar el viaje, los gobiernos chileno y holandés realizaron diversas actividades que incluyeron visitas entre ambos países, y la organización de exposiciones en el Museo Naval y Marítimo de Punta Arenas y en el Wesfries de Holanda.

Instituciones de la Armada y el Ministerio de Defensa relevaron el evento como una hazaña que permitió conocer "tierras incógnitas" y consolidar las relaciones con Europa, además de destacar la continuidad de la soberanía territorial por parte del Estado chileno, y el reconocimiento del lugar como reserva de la biósfera.

 

Visión desde la Patagonia: Museo Antropológico Martin Gusinde

Con el fin de ampliar la comprensión sobre el arribo de los navegantes holandeses, el Museo Antropológico Martin Gusinde propuso en su guion una reflexión crítica sobre los procesos colonizadores que cuestionan la idea de descubrimiento, y visibilizan el habitar ancestral fueguino y los conflictos derivados de su "encuentro" con los extranjeros.

Los materiales de la muestra incluyeron reproducciones de mapas y piezas arqueológicas, además de registros etnográficos, como objetos elaborados por yaganes y testimonios recogidos en la comunidad indígena de Puerto Williams.

Para el director de la institución, la difusión de estos viajes como "hazañas" construyó una visión europea del Cabo de Hornos y Tierra del Fuego como un lugar inhóspito, vasto y árido, que excluyó los escenarios geográficos ocupados históricamente por los habitantes del archipiélago (entrevista a Alberto Serrano, febrero 2016).

Desde la conquista en adelante, este espacio se subordinó a un circuito colonial que se expresó cartográficamente. En tanto ejercicio de poder e imposición de esquemas mentales, la construcción de mapas implicó borrar otras comprensiones del entorno, y reemplazar las formas canoeras y yámanas de nombrar el territorio (guion museográfico MAMG, 2008).

Los efectos de la primacía cultural de occidente y de la construcción jerárquica de un "otro" repercuten hasta hoy. Tal es el caso de las poblaciones originarias de la zona quienes han perdido casi todo derecho y acceso al espacio que ancestralmente habitaron (entrevista a Alberto Serrano, febrero de 2016).

El proceso de asimilación y desplazamiento forzado llevó a los yaganes a abandonar paulatinamente su territorio, primero en el siglo XVI con la llegada de los navegantes, posteriormente a mediados del siglo XIX tras la instalación de los misioneros, oreros y estancieros, y en 1960 cuando el Estado chileno decidió su traslado definitivo a Villa Ukika en Puerto Williams.

Estas sucesivas radicaciones implicaron la pérdida de sus saberes y espacios para la navegación ancestral, además del fin de rituales de paso como el chiejaus y kina.

La reflexión y análisis de las colecciones que alberga el Museo responde a las inquietudes de la comunidad en la que está inserto. Por ello, en la actualidad la institución busca dar a conocer los cambios y continuidades en las formas de vida de las comunidades indígenas australes mediante la recopilación de fuentes orales y materiales, como relatos de viajeros, imágenes cartográficas, piezas arqueológicas y documentación etnográfica.

Ejemplo de ello es el estudio para identificar mujeres y hombres yaganes en las fotografías de la exhibición del archivo fotográfico de Martin Gusinde, y otras iniciativas como las investigaciones sobre cestería y artesanía yagan, o el documental Tánana sobre navegación ancestral.

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